domingo, junio 07, 2020

Viejo, mi querido abuelito...

Ante mis primeros pasos al andar, sobre piedras y polvo,
al temor de ranas brincando a la luz de luna,
tu simplemente me decias... no te hacen nada, mas bien huyen de ti.

En tu hamaca veíamos morir cada atardecer,
entre cuentos e historias de lejanos tiempos,
con recuerdos de tus padres y una taza de cafe en mano.

Las primeras historias fascinantes de mi vida,
vinieron de tus labios, entre risas y preguntas incredulas de mi parte,
con gestos de cariño en mi espalda.

Tuve la fortuna y la dicha de verte joven,
compartir contigo momentos de sobremesa y  reflexión,
con el amor de mis abuelos aun juntos, cuando todavía se apapachaban,
alejados del bullicio de la curiosidad ajena.

Tu me enseñaste a no tener miedo,
que los animales sienten el miedo, que solo reaccionan a ese miedo;
me enseñaste que la historia es parte importante de la vida,
son lecciones ajenas para no sentirla en carne viva,
que quien no la conoce, esta condenado a repetirla.

Te conocí, altivo y sereno,
con poca paciencia, siempre activo,
siempre bondadoso con tus seres cercanos
pero poco afectivo con tus hijos.

Al pasar de los años,
cambiaste como las estaciones del año,
ese hombre sereno, se volvió paradójico,
se volvia un ermitaño.

Pretendiste tener una nueva vida,
estar feliz y haber olvidado, el amor primero,
pero  aunque lo ignores, ese nunca se olvida.
Quizas tu indiferencia con tu familia inmediata,
venia de una abnegada tristeza,
o quizas en tu temprana infancia,
careciste de caricias y ternura, que motivaran aflorar tus sentimientos.

Muchas veces te creí descorazonado,
muchas veces te creía ausente,
te pensaba arrogante y distante,
te veía insensible y enajenado a mi.
Como venido de otra dimensión o planeta.

Por mucho tiempo,
te guarde un sentimiento de decepción e indiferencia debido a tu fama al andar,
asi como por  tu enajenada mirada y afecto a los recuerdos,
provocar tristezas en los corazones de la familia.

En los últimos años, algo le pasa a mi abuelito,
veo que el arbol de su vida poco a poco se marchita,
aquel roble que era fuerte con los años, se desploma,
que llevo en mi memoria sus historias y su apellido.

Ahora, me queda claro que no eras tan malo como te creía,
ni tan descorazonado como te pensaba,
simplemente habias hecho callo, después de tanta decepción.
Habias armado mil capas a tu alrededor, protegiendo tu interior.

Mi abuelito no era un santo, ni un superheroe,
pero era un hombre que te aconsejaba,
desde su entendimiento,
defectos tuvo muchos pero virtudes tambien.
Solo Dios ha de ser tu juez.

Le pese a quien le pese,
aunque algunos desconozcan tus acciones, olviden tus frutos,
tus buenas acciones e intenciones,
nieguen tu nombre, al llamarte el señor aquel;
fuiste y eres parte de la raiz de un amor que nacio sincero,
alla en una casita humilde y alejada del bullicio,
amor que cosecho una gran familia.

Familia que sufrió carencias, de muchos tipos,
paso muchas peregrinaciones y tristezas,
pero era una familia unida por el amor sincero, llena de sonrisas y carcajadas,
sin juicio, ni celo, ni despotismo, ni egocentrismo.
riquezas heredadas olvidadas, por el egoismo.

Un dia he de volver,
pero al volver a ver aquel corredor de la casa,
con su hamaca frente a la entrada,
al verla vacia, se llenara de nostalgia mi corazon,
al no volver a oir tu saludo o grito de alegria al viento.


Gracias por tus enseñanzas, abuelito.

No hay comentarios.: